El escudo ¿En la túnica o en el antifaz?


El escudo de la corporación que algunas hermandades, por lo general las más antiguas, que mantienen todavía en la parte superior izquierda de la túnica, justo encima del corazón, y el cual hoy en día y debido a la evolución del antifaz -de la cual hablaremos extensamente otro día-   no se aprecia cuando el nazareno tiene el antifaz puesto, no es más que una reminiscencia del pasado, pero un histórico y valioso dato en la historia de las túnicas.
El pragmatismo actual se preguntaría ¿Porque que poner algo tan significativo en un sitio dónde no se ve? Parece incluso contradecir los estrictos principios estéticos de las cofradías. Pero no, la historia y gracias a la fuerza de la costumbre y la tradición, hacen permanecer estos escudos sobre el corazón de algunos nazarenos de Sevilla. Estilo que felizmente ha incorporado para su túnica, de cánones puramente decimonónicos, la Hermandad del Sol.
Nazarenos de la Hermandad del Sol con el escudo rojo en el pecho.
Estos escudos en el pecho siguen vigentes en otras hermandades de toda España, las cuales no han incorporado  el antifaz con capirote a su túnica y usan toca egipcia.
Estos escudos tambien fueron susceptibles de modas y cambios, como podemos deducir por la Regla de 1597 de la Hermandad de Jesús Nazareno que prohibía llevar “escudo de lata, ni de oro ni esmaltado”. O los de cordobán utilizados en otras regiones.
Escudos de las principales Ordenes Militares. Abajo a la izq. de la Real Maestranza de Caballería
Indagando para poder sostener una tesis sólida sobre la primitiva incorporación del escudo a la túnica, podemos encontrar la raíz en las Ordenes Militares de Caballería, las cuales incorporaron a sus hábitos el escudo de la orden a la que pertenecían, siendo más que  significativo la similitud de estos escudos a los de las Hermandades que aun los conservan.
Es más, es doblemente curioso que Ordenes como la Real Maestranza de Caballería tuviera una organización interna semejante a las de las Cofradías, con Hermano Mayor, Consiliarios y celebraran cultos en honor de sus Santos Patrones, además de sus actos propios más dados a la ejercitación física y la preparación para la guerra.

D. Fco. de Quevedo con el escudo de la Orden de Santiago
Llegados a este punto incluso podríamos plantearnos aquello del quién fue primero, si la gallina o el huevo. Suponiendo que por la transcendencia que tuvieron en toda europa las Ordenes militares y que aun llega a nuestros días, serían estas las inspiradoras, aunque siempre hay que tener en cuenta que como decía González de León en 1852 “Quizá no hay nada más obscuro en la historia de Sevilla, después de la conquista, que la fundación de las Hermandades, llamadas Cofradías de Semana Santa, de Penitencia, de Sangre y Luz”.

O.L.O.

Los Nazarenos del Silencio

Si queremos hablar de las túnicas nazarenas, sin lugar a duda, hemos de comenzar hablando de la Hermandad del Silencio, de la "Prima inter omnes" ya que es la única que no ha perdido el vinculo histórico desde su primitiva fundación y aprobación de las primeras reglas.

Hohenleiter reflejó el uso de  zapato con hebilla durante el primer cuarto del S.XX.
 Los hermanos visten el hábito  de la Archicofradía, que consiste en túnica de ruán o percalina negra de cola con el escudo de aquélla prendido en el lado izquierdo del pecho. Se complementa con antifaz de igual tejido o color que se eleva sobre la cabeza sostenido por un armazón cónico y liviano (capirote) de algo más de un metro de largo con dos pequeñas aberturas para los ojos. El hermano que porte el Simpecado podrá prescindir del capirote, que no llevan ni los que portan cruces penitenciales ni los manigueteros (que van junto a los pasos), llevando estos últimos el hábito de pana morada. (Regla 50ª)


Túnicas moradas que rememoran aquel 14 de abril de 1356
Recordamos el artículo "Génesis" en el enlace http://lastunicas.blogspot.com/2011/01/genesis.html

El Hermano Mayor tiene el privilegio de portar, sobre el pecho, encima del antifaz del hábito nazareno, y pendiente de cordón de hilos de plata, un duplicado, también en plata, de la llave del Sagrario de la Iglesia de San Antonio Abad. (Regla 116ª)
El Hno. Mayor con la llave del Sagrario
Cuadro de voto Concepcionista

Las túnicas de cola.

La tristemente desaparecida Hermandad del Sto. Crucifijo de San Agustín
Aquellas consistentes en una larga vestidura que se prolonga por su parte posterior, de manera pseudo-triangular, siendo este aditamento el que llamamos "cola". Algunas hermandades (la mayoría), entre las que visten dicho hábito, han optado por "recoger la cola" con el esparto, esto es, pasarlo por el interior del cinturón de esparto trenzado (o, en algunos casos, cíngulo), mientras que otras (muy pocas) prefieren mantener el modelo original y la sostienen con uno de los antebrazos (siempre el opuesto al brazo que porta el cirio, vara o insignia). En este punto hemos de señalar que desde las primeras décadas del presente siglo y hasta hace, relativamente, poco tiempo, sólo la Cofradía de la Hermandad de "El Calvario" continuó siguiendo el estilo tradicional (recoger "la cola" sobre el antebrazo),  si  bien  hoy  en  día  son   algunas más las que han recuperado estas formas.
Debemos recordar que, en origen, "las colas" eran portadas de esta última manera, en el transcurso de la procesión penitente ("la cofradía", según la terminología sevillana) y durante el tránsito por las naves catedralicias (meta y final de la "Carrera Oficial"), quedaban sueltas, en señal de duelo por La Pasión y Muerte del Redentor, algo que no se realiza en nuestros días, quizás, porque debido al gran incremento del número de nazarenos (hermanos que integran la cofradía) experimentado por nuestras hermandades, ello comportaría un excesivo alargamiento del cortejo, con los inconvenientes anejos de tiempo y espacio.

Extraido del artículo: “La Capa y su incorporación al atuendo cofrade en la Semana Santa Sevillana”.  José Mª Rodríguez R.




Fotografía de su paso de salida.

Para ilustrar este texto de J.M. Rodríguez R. he querido hacerle hueco a una de las túnicas desaparecidas y de las que se conservan documentos gráficos. Una túnica negra de cola con esparto y escudo blanco al pecho fue la túnica de la cofradía que veneraba a la que fuera durante siglos la gran devoción de Sevilla.
Desde las túnicas cofrades hacemos un reconocimiento por todos aquellos cofrades que vistieron la túnica de San Agustín, -tal vez el abuelo de tu abuelo-, y que se fueron con su túnica de cola para presentarse ante Dios Padre, pero que en vida aportaron su granito de arena y quisieron ser eslabón de esta larga cadena para que nosotros podamos ser  hoy en día, herederos de tan magnífica Semana Santa y responsables de trasmitirla a las generaciones futuras.
O.L.O.

Última salida en 1926 de la que fuera la gran devoción de Sevilla


Los pilares de nuestra Semana Santa.

Cruz de la Casa Pilatos
El Via-Crucis a la Cruz del Campo, el Concilio de Trento y el Sinodo Sevilano de 1604, son sin lugar a dudas los tres elementos necesarios para entender como está configurada nuestra actual Semana Santa, y como estos sirvieron para institucionalizar, socializar teocráticamente y encauzar todos los elementos devocionales y de religiosidad popular de la baja edad media.
Templete de la Cruz del Campo en 1899
Cuando el primer Marqués de Tarifa, Don Fadrique Enríquez de Ribera, vuelve de un viaje por Tierra Santa instaura el via-crucis de doce estaciones, que se realizaba los siete semanas que duraba la actual cuaresma, comenzando la primera estación en la capilla de las flagelaciones de su palacio, conocido posteriormente por "Casa Pilatos", hasta el humilladero de la Cruz del Campo.
Hay quién considera estos via-crucis como el inicio de la Semana Santa, pero en mi modesta opinión, considero que aunque están compuestos por disciplinantes y penitentes con túnicas y aunque recorren un itinerario fijo y marcado, no portan imágenes pasionales (tal vez algún crucifijo o cruz alzada), pero no está presente la parte cultual, solo la de la penitencia pública estacional.
JOSÉ JIMÉNEZ ARANDA (1837-1903)
"Penitentes en la Basílica Inferior de Asís"
Óleo s/lienzo   52x78 cms.
Firmado y fechado en 1874
Museo del Prado, Madrid


Serán necearías las conclusiones del Concilio de Trento (1545-1563) en el que no solo se apoyan estas estaciones públicas, sino que además potencia el culto a las Imágenes sagradas y anima a sacar a estas a la calle, prolongando así a la Iglesia no como lugar físico dónde acudir voluntariamente, sino a una Iglesia que expone a los ojos de todos los fieles, devotos o no, los beneficios y dones que Cristo les ha concedido, siendo estos últimos, los menos piadosos, los beneficiarios de esta “nueva pastoral” y que el Concilio de Trento dispuso en la sesión XXV. Titulada -La invocación, veneración y reliquias de los santos, y de las sagradas imágenes-.

Ya solo faltaba que el Sínodo Diocesano en 1604 ordenara, por medio del Cardenal D. Fernando Niño de Guevara, que las cofradías hicieran estación a la Santa y Metropolitana Iglesia Catedral de Sevilla y las de Triana a la Parroquia de Santa Ana. Encauzando y normalizando la creciente fundación de cofradías que dan culto a las imágenes de la pasión y muerte de Jesucristo y a su Madre Dolorosa en el concluido S. XVI.
O.L.O.
Procesión en la Catedral de Sevilla 1833

"Tunicae in secula seculorum"



Quiero partir desde una premisa muy singular, y es que antes que existieran los cortejos, los pasos y ni siquiera las imágenes de nuestras cofradías, incluso antes de la influencia penitencial de la Inquisición ya existía una ropa específica y uniformada para realizar ya fueran primitivas procesiones de nazarenos con cruces a cuestas o medievales y piadosos disciplinamientos públicos. Por ende de la importancia de esta pretérita túnica que con diversas modificaciones, y no exenta de modas en las distintas épocas, llega hasta nuestros días como verdadero cimiento de la Semana Santa en la Historia.
No en vano los momentos más críticos que han vivido nuestras corporaciones a lo largo del devenir de la historia, son siempre los que a causa de guerras, invasiones o prohibiciones de políticas excluyentes, la túnica ha dejado de vestirse de forma total o parcial, aun habiendo podido rendir culto a las Imágenes Sagradas.
Habrán podido desaparecer hermandades y vuelto a refundarse, se habrán perdido imágenes o quedaron abandonadas en conventos o Iglesias al desaparecer sus cofradías, se ha expoliado el patrimonio y como ha vuelto a reconstruir , pero el verdadero tesoro desconocido e infravalorado de las Cofradías es el que cada año se ha puesto la túnica y sigue estando presente un año más para ser parte en su cofradía, atestiguando así lo esencial de la túnica para nuestra Semana Santa.
O.L.O.

Historia de la túnica.


Del Libro de Reglas del Silencio


Hasta el siglo X la única pena canónica que existía era la práctica de la penitencia pública, el grandísimo arraigo de estas costumbres, el particular concepto de cristiano y la propia realización de la penitencia en la Edad Media, establecen una práctica piadosa en vestir de saco a los moribundos para poder morir como penitentes.
Al surgir las asociaciones y grupos de carácter penitencial, adoptan como señal de su arrepentimiento el tipo de vestidura tradicionalmente tenida como los penitentes.


La vestidura penitencial de estos principios fue adaptada a su primitiva intención: la flagelación, esta se componía de una túnica, no talar sino algo corta de basto lienzo crudo, con abertura a la espalda o al pecho con el fin de que al desabrocharse se pudiera dejar caer sobre el cinto al tiempo de flagelarse.

La túnica se ceñía a la cintura con una soga de esparto que previamente se pasaba por el cuello y se anudaba en el pecho, todos estos penitentes, salvo raras excepciones, iban descalzos y comúnmente se cubrían la cabeza con capirote romo de la misma tela de la túnica, fue a partir del siglo XVI cuando solían llevar capirote alto.
El pasar de los siglos, conlleva el lógico cambio de criterios, actitudes, costumbres sociales, influyeron, también en las procesiones penitenciales, que se llevan a cabo con gran luctuosidad, a su vez acentuada por el quejido de las trompetas destempladas, todo esto conduce a la creación de una nueva vestidura penitencial, que con la huella de los siglos, traducida en diversas variantes y cambios ha llegado hasta hoy.

En el estilo de la túnica apreciamos la evidente influencia de la loba o sotana, propia de nobles y clérigos en la Edad Media, que luego en color negro se usaba como prenda de luto, y desde el año 1502, la sotana de paño negro, cerrada y con larga cola, fue prenda de uso obligado en realeza, la mayor o menor longitud de la cola eran señal de mayor o menor sentimiento y dolor.
Por fin se adoptó como vestidura penitencial la sotana con aberturas laterales por donde sacar las manos, y de larga cola, siendo el complemento de esta el capuchón que cubre la cabeza, surgiendo así, junto con el cíngulo de esparto, la vestidura penitencial de los actuales penitentes.
Sobre este esquema cada hermandad, según su propia tradición, estableció la vestidura en particular para sus hermanos, en cuanto a las telas y los colores se consideraba la tela más apropiada el lienzo en sus diversas clases (lino, cáñamo, estopa), pero siempre crudo, aunque también se uso el anjeo, llamado así por ser originario de Angers (Francia), pasados muchos años se comienza a introducir el ruan; con este nombre se designaban distintos tejidos que lo único que tenían en común era su procedencia: Rouen (Francia), aunque el usado para las túnicas y capirotes era un lienzo de algodón de roeun, pero bruñido, lo cual iba en contra de las normas dictadas en el Sínodo de 1604 por el Arzobispo de Sevilla, Cardenal Niño de Guevara. En cuanto al color, en un principio, con rarísima excepción, solo se usaron tres colores; el blanco de lienzo crudo en su color natural, el morado en sus diversos matices, y el negro, siendo este último el de mayor aceptación.
El capirote en un principio era un sencillo gorro de tela que cubría la cabeza y el rostro, para más tarde crecer en altura armado por su similitud con la corona de los penitenciados por la inquisición.

Los penitentes de la cofradía de Santa Cruz en Jerusalén se cubrían el rostro con una peluca larga de crenchas de cáñamo bien cardado, afianzada con una corona de espinas, llevando por mayor penitencia una cruz al hombro, por esto los penitentes de Santa Cruz de Jerusalén eran llamados nazarenos, denominación que posteriormente se extendería a los del resto de las cofradías.


Los actuales cinturones de esparto vienen de las antiguas sogas al cuello y cinto, siendo muy utilizados durante los siglos XVIII y principios del siglo XIX, los cintos de una cuarta de anchos y de terciopelo o cualquier otra tela y conveniente color, como los utilizados por algunas cofradías de Jerez, y que en otras ciudades han desaparecidos ya totalmente.
La utilización de los escapularios se debía más a la semejanza con los hábitos de alguna orden religiosa.

 

Artículo de D. Antonio Armario Muñoz

100 Años de túnicas blancas ante la Amargura.




No siempre fueron así ya que en 1808, año que se reorganiza la Cofradía, llevan túnicas los nazarenos en el paso de Cristo, aunque no se especifica el color y los de la Virgen van de "traje".
En 1828, tras otro periodo de decadencia la hermandad se reorganiza otra vez, y en sus reglas se especifica "que la túnica habría de ser por ahora de color negro, pero cuando la Hermandad tenga posibilidades la deberán poner blanca"; ese año hacen estación de penitencia con túnicas blancas los nazarenos del Señor y negras en los de la Virgen.




En el año 1831, al estar prohibido asistir a las procesiones con la cara tapada, se acordó que saliera la cofradía con "traje". Esta medida no duró mucho, pues al año siguiente salieron de igual manera que en 1828, con túnicas blancas los nazarenos del Señor y negras en los de la Virgen; siguieron saliendo con esta indumentaria hasta el año 1866 en el que en el Cabildo de salida se acordó "que los nazarenos del paso de la Virgen llevasen las túnicas blancas y antifaz morado" haciéndose efectivo a partir del siguiente año. Como podemos ver en la Litografía datada entre los años 1860 y 1866 de M. Grima.




En 1899 Francisco Almela describe las túnicas de la hermandad de esta manera: "Los nazarenos del paso del Señor usan túnicas blancas con las insignias blancas bordadas en oro y los de la Virgen túnicas blancas con capirotes morados y las insignias moradas y bordadas del mismo metal", se sobreentiende insignias como el escudo sobre el antifaz.

Ciertamente una imagen vale más que mil palabras y aunque las  litografías nos pueden aportan muchos datos y detalles, no tienen la veracidad historia que aporta una foto, bajo estas líneas una de las joyas del pasado ya desaparecidas, por un lado el palio de Juan Manuel Rodríguez Ojeda (que adquirió la Hermandad del Desconsuelo de  Jerez) y por otro lado una preciosa túnica propia de una cofradía romántica.        




Tras imponerse en Cabildo General de 1910 el carácter de "silencio" de la Hermandad, se prohibe la salida de los niños en 1911  y se cambia el antifaz morado de la Virgen para ser blancas, llevando ambas comitivas del Señor y la Virgen túnicas blancas ahora, aunque distinguiéndose por el cíngulo morado de la comitiva del Cristo, y amarillo la de la Virgen, colocándose además escudo del tamaño de una cuarta la Cruz de San Juan sobre fondo rojo en el antifaz.
También es destacable en esta litografía firmada por Hohemleiter ver que los nazarenos ya no calzan zapatos de hebilla como aparecen en las de Grima, los cuales se cambiarían en la reforma de 1911 por la "sandalia hebrea" como ya hiciera el Gran Poder en 1904.

Se desconoce exactamente cuando cambió al cinturón de abacá, pero tuvo que ser entre 1911 y 1927. La pintura más arriba de Francisco Hohenleiter es posterior a 1927 y en ella ya se observan los cinturones de abacá.


 
Hoy en día procesionan con túnicas de color blanco de cola con cinturón de ábaca y sandalias color avellana con calcetín blanco.
Los nazarenos llevan la cola sobre el brazo al estilo antiguo y llevan escudo en el antifaz sobre un fondo circular rojo la Cruz de San Juan.
No olvides ver en la sección de videos un corte de  la Hermandad pasando por la Catedral en 1925.

Primeras normas sobre las túnicas

 

En el libro III capítulo XIII, "De celebrationi missarum, de divinis officiis et procesionibus", firmadas en el Sínodo que celebró en la Catedral el año 1604, el Iltmo. y Rvmo. Cardenal-Arzobispo de Sevilla, Sr. D. Fernando Niño de Guevara, trata sobre lo que se ha de guardar en las procesiones de disciplinantes.
"Exhortamos y encargamos a todos los fieles que salieren para hacer penitencia de sus pecados, que vayan en ellas con mucha devoción, silencio y compostura, de suerte que en el habito y progreso exterior se eche de ver el dolor interior y arrepentimiento de sus pecados y no pierdan por alguna vanidad o demostración exterior el premio eterno que por ello se le dará. Y por experiencia se ha visto que de salir estas cofradías y procesiones de noche se han seguido y siguen muchos inconvenientes, pecados y ofensas de Nuestro Señor mandamos a nuestro Provisor de orden como todas ellas salgan de día, señalándoles la hora en que cada una ha de salir y cuando por ser tantas las que hay en esta Ciudad no hubiere lugar de salir todas de día, mandamos que a lo más largo a las nueve de la noche hayan acabado de andar todas si no fuere la de la Santa Vera Cruz. Y asimismo mandamos que nuestro Provisor les señale las calles por donde cada cofradía ha de ir y la hora en que ha de salir y la orden que sobre esto le dieron, mandamos que las guarden y cumplan y no vayan ni pasen contra ella en manera alguna, ni se encuentren ni riñan sobre el pasar antes la una que la otra ..."







Respecto a los disciplinantes, el Sínodo hace las siguientes apreciaciones:
"Ytem mandamos que las túnicas que llevaren sean de lienzo basto y sin bruñir, sin botones por delante y atrás, sin guarnición de cadenetas ni de randas; que no tengan brahones, ni sean acolchadas, ni ajubonadas".
"Que los que se disciplinaren, ni rigieren la procesión, ni los que llevaren los pendones o insignias con túnicas, no lleven lechuguillas en los cuellos, ni zapatos blancos ni medias de color".
"Que no se disciplinen descubierto el rostro, si no fuere que, por algún desmayo o accidente que les dé, sea fuerza descubrirse".
"Que no lleven tocas atadas a los brazos, así como otra señal para ser conocidos".
"Que las mujeres no vayan con túnicas ni se disciplinen".
"Que los que fueren en su hábito con luces, vayan en su orden delante del primer guión o estandarte de la procesión, y no puedan en manera alguna ir entre los que van disciplinando ni a su lado".
"Y,porque somos informados que, por tener algunas cofradías pocos cofrades que se disciplinen, alquilan algunos que lo hagan, y es cosa muy indecente que por dinero y precio temporal se haga cosa tan sana, mandamos que de aquí adelante no se haga, so pena de escarnio mayor, en que incurran los que reciban el dinero y los mayordomos que se los dieren".
Como podemos apreciar por las advertencias que en el Sínodo se realizan, ya en 1604, se apreciaban irregularidades en los desfiles procesionales: lujo en las túnicas de los cofrades, alquiler de disciplinantes, y otras irreverencias que iban dejando atrás el austero y penitencial estilo de las cofradías de la centuria anterior.
Pero estas normas del Sínodo no debieron cumplirse en su totalidad, pues el Provisor Cobarrubias en 1623 da un Edicto en el que prohíbe a las Cofradías llevar hombres alquilados para la disciplina o mujeres azotándose, y vuelve a recordar las normas sobre las túnicas que están contenidas en las Constituciones del año 1604.
Cuatrocientos años después nada nuevo bajo el mismo cielo.


La aparición del Capirote.


El sevillano Alonso de Hojeda O.P. convenció a la reina Isabel, durante su estancia en Sevilla entre 1477 y 1478, de la existencia de prácticas judaizantes entre los conversos andaluces. Un informe, remitido a solicitud de los soberanos por Pedro González de Mendoza, arzobispo de Sevilla, y por el dominico segoviano Tomás de Torquemada, corroboró este aserto. Para descubrir y acabar con los falsos conversos, los Reyes Católicos decidieron que se introdujera la Inquisición en Castilla, y pidieron al Papa su consentimiento. El 1 de noviembre de 1478 el Papa Sixto IV promulgó la bula –“Exigit sinceras devotionis affectus”-, por la que quedaba constituida la Inquisición para la Corona de Castilla, y según la cual el nombramiento de los inquisidores era competencia exclusiva de los monarcas. Sin embargo, los primeros inquisidores, Miguel de Morillo y Juan de San Martín, no fueron nombrados hasta dos años después, el 27 de septiembre de 1480, en Medina del Campo.

En un principio, la actividad de la Inquisición se limitó a las diócesis de Sevilla y Córdoba, donde Alonso de Hojeda había detectado el foco de conversos judaizantes. El primer auto de fe se celebró en Sevilla el 6 de febrero de 1481: fueron quemadas vivas seis personas. El sermón lo pronunció el mismo Alonso de Hojeda de cuyos desvelos había nacido la Inquisición Española.


No podemos atribuirle directamente al Dominico Sevillano la aparición del capirote pero sí la  consecuente aparición del mismo en los “penitenciados” condenados por la Inquisición con en el habito “sambenito” (ver sus varias vertientes en http://www.gabrielbernat.es/espana/inquisicion/ie/proc/penas/penas.html#penasambenito) ya que cien años después,en 1586 se incorpora como armazón del antifaz el actual capirote. 
Según Carrero Rodríguez, la Hiniesta fue, según se refiere en esta regla añadida en 1586, la primera cofradía sevillana en utilizar el capirote alto tal y como lo conocemos hoy.
Alejandro Guichot indica que aquel mismo año la Hermandad de los Nazarenos del Silencio, también adoptó el capirote alto como lo usaba la Hiniesta.

La túnica de los disciplinantes en España.



Martínez Montañés viendo la salida de Pasión.

Llegan estas prácticas religiosas hasta nosotros, a través de los reinos de Castilla, con la presencia de los franciscanos, ya asentados en Andalucía. Las epidemias, la falta de alimentos, las guerras con su gran demografía son caldo de cultivo para estos actos penitenciales, que fomentados por los grandes predicadores de la época, como San Vicente Ferrer en el año 1410, o San Juan de Avila en el año 1527, y que junto a los Vía-Crucis realizados por San Alvaro de Córdoba, en el año 1420, y el de D. Fabrique Enrique de Ribera, en el año 1521 en la Capital hispalense da origen, a estas agrupaciones de fieles, que a modo de rogativas, y expiación de sus culpas formaran los citados cortejos.
Cuadro de D.Antonio Perez Rubio 1866

Utilizaban las personas participantes en ellos, para su penitencia pública, y para no ser identificados, amplios ropajes y sin ceñir, la denominación hopa, preludio de la actual túnica penitencial, y cubrían su rostro y cabeza con una especie de antifaz, cubrerostro o capirote, conocido por capuz, atuendo estos utilizados por los portadores de féretros de la época.

Extraido del Artículo "Los Cortejos" de D. Antonio Armario Muñoz
Lámina de Don Quijote y los Disciplinantes