Los pilares de nuestra Semana Santa.

Cruz de la Casa Pilatos
El Via-Crucis a la Cruz del Campo, el Concilio de Trento y el Sinodo Sevilano de 1604, son sin lugar a dudas los tres elementos necesarios para entender como está configurada nuestra actual Semana Santa, y como estos sirvieron para institucionalizar, socializar teocráticamente y encauzar todos los elementos devocionales y de religiosidad popular de la baja edad media.
Templete de la Cruz del Campo en 1899
Cuando el primer Marqués de Tarifa, Don Fadrique Enríquez de Ribera, vuelve de un viaje por Tierra Santa instaura el via-crucis de doce estaciones, que se realizaba los siete semanas que duraba la actual cuaresma, comenzando la primera estación en la capilla de las flagelaciones de su palacio, conocido posteriormente por "Casa Pilatos", hasta el humilladero de la Cruz del Campo.
Hay quién considera estos via-crucis como el inicio de la Semana Santa, pero en mi modesta opinión, considero que aunque están compuestos por disciplinantes y penitentes con túnicas y aunque recorren un itinerario fijo y marcado, no portan imágenes pasionales (tal vez algún crucifijo o cruz alzada), pero no está presente la parte cultual, solo la de la penitencia pública estacional.
JOSÉ JIMÉNEZ ARANDA (1837-1903)
"Penitentes en la Basílica Inferior de Asís"
Óleo s/lienzo   52x78 cms.
Firmado y fechado en 1874
Museo del Prado, Madrid


Serán necearías las conclusiones del Concilio de Trento (1545-1563) en el que no solo se apoyan estas estaciones públicas, sino que además potencia el culto a las Imágenes sagradas y anima a sacar a estas a la calle, prolongando así a la Iglesia no como lugar físico dónde acudir voluntariamente, sino a una Iglesia que expone a los ojos de todos los fieles, devotos o no, los beneficios y dones que Cristo les ha concedido, siendo estos últimos, los menos piadosos, los beneficiarios de esta “nueva pastoral” y que el Concilio de Trento dispuso en la sesión XXV. Titulada -La invocación, veneración y reliquias de los santos, y de las sagradas imágenes-.

Ya solo faltaba que el Sínodo Diocesano en 1604 ordenara, por medio del Cardenal D. Fernando Niño de Guevara, que las cofradías hicieran estación a la Santa y Metropolitana Iglesia Catedral de Sevilla y las de Triana a la Parroquia de Santa Ana. Encauzando y normalizando la creciente fundación de cofradías que dan culto a las imágenes de la pasión y muerte de Jesucristo y a su Madre Dolorosa en el concluido S. XVI.
O.L.O.
Procesión en la Catedral de Sevilla 1833